No existe un indicio exacto sobre la llegada del primer arbusto de café a Pereira. Se sabe que ocurrió en la segunda mitad del siglo XIX y que después de la Guerra de los Mil Días, a comienzos del siglo XX, se extendió por la región, gracias a las políticas estatales para el cultivo del grano.
Durante el siglo XX, Pereira fue uno de los municipios con mayor relevancia en la producción, acopio, trilla y comercialización cafetera en el país.
Como en el resto de la región, las propiedades eran y siguen siendo en su mayoría de una extensión pequeña y mediana. Fue el cultivo de café, es decir, una actividad rural, la actividad que impulsó la urbanización del poblado. Se transformaron el bosque y los guaduales en cultivos de café y se construyeron casas que conservan la herencia de la colonización antioqueña: en bahareque, con un patio central, teja de barro, pintura de colores vivos; con puertas y ventanas de maderas de la región, adornadas con calados; zaguanes, patios y corredores decorados con flores que atraen una enorme variedad de pájaros y mariposas.
Durante el siglo XX, Pereira fue uno de los municipios con mayor relevancia en la producción, acopio, trilla y comercialización cafetera en el país.
Como en el resto de la región, las propiedades eran y siguen siendo en su mayoría de una extensión pequeña y mediana. Fue el cultivo de café, es decir, una actividad rural, la actividad que impulsó la urbanización del poblado. Se transformaron el bosque y los guaduales en cultivos de café y se construyeron casas que conservan la herencia de la colonización antioqueña: en bahareque, con un patio central, teja de barro, pintura de colores vivos; con puertas y ventanas de maderas de la región, adornadas con calados; zaguanes, patios y corredores decorados con flores que atraen una enorme variedad de pájaros y mariposas.
También hacen parte de este legado las construcciones asociadas al café como los beneficiaderos y graneros, así como las iglesias de la colonización antioqueña y ciertos cementerios católicos y laicos. A nivel de la gastronomía, el paisaje cultural incluye el uso de productos de pancoger como el plátano, la yuca, la caña de azúcar y las frutas de la región.
El desarrollo de la infraestructura vial en la región, que pasó de los caminos de herradura a las autopistas, está directamente relacionada también con la comercialización del café.
La llegada del Ferrocarril de Caldas, en 1921, significó el paso a un transporte más ágil, puesto que se dejaron atrás las recuas de mulas que tardaban mucho más tiempo y llevaban menos carga. El tiempo de recorrido en tren, entre Pereira y Buenaventura, era de aproximadamente doce horas. En la actualidad, gracias a las autopistas del café, ese recorrido puede hacerse en cuatro horas.
Durante el siglo XX, el precio internacional del café constituyó el principal indicador de las perspectivas económicas de Pereira y de Colombia. El calendario de la ciudad giraba entorno a las cosechas cafeteras: una menor, denominada la traviesa, en los meses de marzo y abril; y la principal, en los meses de septiembre, octubre y noviembre. Los períodos de cosecha, en especial en época de bonanza, constituyeron momentos de ahorro y capitalización que permitían la renovación de cultivos, las mejoras en las fincas y la promoción, tanto del comercio como de la industria en la ciudad.
La economía cafetera implicó una variedad de oficios relacionados con las diferentes fases del ciclo, desde la siembra, la recolección, el beneficio, la trilla y la comercialización del grano. Los recolectores y recolectoras jugaron un rol importante, puesto que esta labor se hacía de forma manual.
Para la época de la cosecha la migración transitoria de recolectores de diferentes lugares del país le daban una dinámica de renovación constante a la ciudad. Tanto la “chapolera” como “Juan Valdez” fueron personajes que encarnaron esta fase de producción del grano. Luego de la recolección y el secado del café se procedía a la trilla en donde jugaron un papel importante las escogedoras, quienes protagonizaron quizás las primeras huelgas de mujeres en Colombia en la década de 1930 para conseguir mejores salarios. Para la segunda década del siglo XX existían al menos siete trilladoras en la ciudad. Hoy en día ese trabajo se hace mayoritariamente de forma mecánica.
Junto con la economía del café surgió una institucionalidad que se materializó en la Federación de Cafeteros de Colombia (1927) y los Comités de Cafeteros. Los Comités tuvieron un papel importante en la asistencia técnica de los cultivos, el mantenimiento de las vías del café, la infraestructura de escuelas campesinas y la construcción de puestos de salud en la región, como el puesto de salud de Altagracia que data de 1963. Esta posibilidad de asociación y acción colectiva de los cafeteros fue un punto clave para la declaratoria de Paisaje Cultural Cafetero por parte de la Unesco.
A finales de la década de 1980 se presentó la última bonanza cafetera y en 1989 se rompió el Pacto Internacional del Café, que garantizaba un precio mínimo a los países cultivadores. La ruptura de este pacto creó condiciones de mercado difíciles para los caficultores. Ese momento coincidió con la aparición y propagación de enfermedades cafeteras, como la roya y la broca, creando una crisis estructural que prosigue en la actualidad. En 1990 fue necesario diversificar los cultivos y el área cultivada comenzó a disminuir. Los campesinos, pequeños propietarios y comerciantes, vivieron momentos económicos difíciles. Muchos optaron por la migración al exterior en busca de una mejor vida y una buena parte de las tierras cafeteras han pasado a formar parte de las áreas de expansión urbana de Pereira.
Quienes continuaron la producción del grano optaron recientemente por cultivar cafés especiales que encuentran nichos de comercialización en mercados por sus condiciones ambientales (como el café orgánico) y sociales (por ejemplo, quienes garantizan que el café no es recolectado por mano de obra infantil), creando condiciones de “mercado justo” que permiten obtener un producto a un mejor precio de venta en el exterior. En realidad, la declaratoria de la Unesco da cuenta de este enorme legado, así como de la fragilidad del paisaje y de la necesidad de darle una nueva mirada al café.
El paisaje cultural cafetero incluye elementos del legado de la colonización antioqueña, en especial en su arquitectura y gastronomía. Adicionalmente, incluye elementos de la cultura de la región como ciertos mitos y leyendas (la Madremonte, la Patasola, etc), ciertas fiestas, las artesanías en guadua, cabuya y cestas, elementos simbólicos de la colonización antioqueña como el machete y el hacha, el Willis o yipao y los vestidos típicos como la ruana, el carriel y el sombrero.
El paisaje cultural cafetero incluye elementos del legado de la colonización antioqueña, en especial en su arquitectura y gastronomía. Adicionalmente, incluye elementos de la cultura de la región como ciertos mitos y leyendas (la Madremonte, la Patasola, etc), ciertas fiestas, las artesanías en guadua, cabuya y cestas, elementos simbólicos de la colonización antioqueña como el machete y el hacha, el Willis o yipao y los vestidos típicos como la ruana, el carriel y el sombrero.
Articulo Histórico tomado del Periódico La Tarde Pereira
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